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23 julio 2006

.Las oportunidades energéticas con nuestros Vecinos.



El siguiente artículo fue escrito por Genaro Arriagada para "Reportajes" de El Mercurio y apareció el 16 de Julio de este año. Vale la pena echarle una revisada. Concuerdo con el autor en el hecho de que el incremento en el precio del suministro de gas desde Argentina no es EL problema (por lo que deben evitarse las estridencias-exigencias propias de nuestra politics), sino más bien acordar la seguridad de contar con el abastecimiento.

En materia de energía, la relación entre Chile, Argentina y Bolivia es la de países enfermos, aunque afectados por distintos males.

La nuestra, más que una enfermedad, es una condición. Chile es un país energéticamente débil. En el pasado tuvimos carbón y ya no; las reservas de petróleo se han agotado hasta casi desaparecer y no alcanzamos a producir un quinto del gas que consumimos. Sólo destacamos en la hidroelectricidad; pero la idea de que podríamos autoabastecernos con ese puro tipo de energía es absurda. Somos un país dependiente de fuentes extranjeras. Hace un cuarto de siglo, importábamos 30% de la energía; hoy es 55% y en el año 2008 será el 70%.

Argentina, en cambio, es un país rico en energía. Pero su enfermedad consiste en que una errada política está matando su industria del gas. Todo partió con un giro a la derecha, una "privatización salvaje", en la que los marcos regulatorios no fijaron a las compañías obligaciones de inversión, lo que dañó fuertemente los abastecimientos futuros del país. Luego, vino el giro a la izquierda, cuando se puso fin a la convertibilidad y se congelaron los precios del gas en boca de pozo. Por esa vía se terminó en una política absurda, en que por una parte se aumentaba fuertemente la demanda de gas natural al subsidiar su precio en el consumo nacional y, por otra, se desalentaba la oferta de gas, al arruinar la rentabilidad de las empresas y con ello la posibilidad de nuevas inversiones para aumentar la producción. El resultado: Argentina se transformará en 24 meses más en un importador neto de gas. Al anterior mal se agrega otro, inconfesable. El gobierno argentino no tiene pudor cuando se trata de incumplimiento de contratos y en el afán de evitar alzas de precios a los consumidores domésticos está dispuesto no sólo a arruinar su industria del gas, sino la de la carne de exportación o la que sea.

La enfermedad boliviana es un delirio. Sólo una mezcla de infantilismo y demagogia ha podido llevar a gobiernos bolivianos a la idea de que no habrá para Chile una "molécula de gas" mientras no haya mar. Si a Argentina el gas apenas le alcanza para su consumo interno, a Bolivia le sobra. Pero la dirigencia boliviana se ha embarcado en un juego peligroso. El mercado del gas natural está limitado a países con los que se tengan gasoductos y que sean cercanos, pues a más de 3.000 km de distancia es más barato el gas natural licuado (GNL). Lo anterior limita el mercado boliviano a tres países. A Argentina, que hoy importa apenas el 5% del gas que consume; a Brasil, que sí es un consumidor significativo, y a Chile, que es un demandante mediano. El Presidente Lula anunció hace dos meses que su país, merced a gigantescas reservas descubiertas en las costas de Santos, se autoabastecerá de gas en 2008. Chile ha iniciado la construcción de una planta que permitirá el acceso al país del GNL en 2008. Un escenario muy probable para Bolivia es que al 2009 hayan desaparecido como demandantes de su gas tanto Brasil como Chile.

Frente a este cuadro, ¿qué hacer? Primero, evitar el clima de histeria que pide retiro de embajadores, desatar guerras comerciales. Segundo y fundamental, asumir que el problema no es el precio del gas, sino los abastecimientos.

El precio del gas argentino es insosteniblemente barato. La prueba es que Argentina, a un país como Bolivia que tiene la vigésima parte de su poder económico, ha tenido que aceptar pagarle US$ 5 por millón de BTU. Y ése no es un precio internacionalmente caro. En este contexto, Chile tiene derecho -en el pedir no hay engaño- a solicitar seguir pagando entre US$ 2,8 y US$ 3,4, pero no puede considerar una agresión el que los argentinos le digan: "Fíjese que no nos parece que a usted le vendamos a tres aquello que a Bolivia le estamos comprando a cinco".

El real problema es la inseguridad en los abastecimientos. Chile necesita un compromiso efectivo de que puede contar con una cantidad de gas y que no tiene que vivir pendiente de decisiones arbitrarias de las autoridades argentinas. Un país puede funcionar con una factura energética muy elevada, pero no puede hacerlo si sus suministros son interrumpidos, inestables, algunos días cien otros veinte. En este sentido, la negociación de Argentina con Bolivia, en que el país trasandino aumentó sus compras de 5 a 7 millones de metros cúbicos y pagando un precio 56% más alto, ha sido favorable a Chile. Al firmar Argentina contratos de importación de gas boliviano ha podido dar un alivio a Chile, a través de una solución "victoriana" en que "moléculas" de gas boliviano abastecen el consumo de los argentinos, lo que libera "moléculas" argentinas de gas natural que ahora pueden abastecer a Chile. Argentina, en el mejor interés de Chile, debiera comprar más gas boliviano a cinco dólares el millón de BTU y nosotros pagar por ello.