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01 febrero 2007

CUBA


Este post viene con alguna carga anímica-emocional adicional. Tuve la oportunidad de conocer Cuba durante Enero con el fin de tener unas -¿merecidas?- vacaciones. No quiero entrar yo a comentar lugares cómunes relacionados con el régimen castrista: La isla -"la más grande de las Antillas" como ellos la llaman con cariño- es mucho más que un socialismo real en eterna marcha blanca o un espacio de permanente proselitismo panfletario, esto último con la evidente motivación de querer ocultar las deficiencias y restricciones inexplicables que caen sobre la ciudadanía, las cuales no tienen otro responsable más que los que han dirigido la revolución durante todo este tiempo. Es mucho más.

Mi esperanza es que Raúl inicie el largo y dificultoso camino hacia la transición democrática. Luego de que no esté Fidel, él y su círculo deberán tener conciencia que el predominio de los Castro está más cerca de la obediencia/agrdecimiento hacia sus personas que en el convencimiento con actual modelo. Y el colapso de la actual estructura estatal -con una presencia permanente en casi todos los aspectos de la vida cotidiana, incluso de manera subjetiva-no es una vía que traiga resultados beneficiosos a futuro, especialmente para las clases medias y bajas (ya vimos lo que pasó en Rusia tras la entrada del combo Economía de Mercado desregulada-Transición Democrática).Por supuesto, en todo esto lo que diga y haga EE.UU. resultará fundamental. Hoy ya se supo de algunos avances y pequeñas posibilidades de díalogo.

Dejo con ustedes un artículo que apareció en La Nación Domingo del día 28 de Enero escrito por la periodista Katia Rodríguez. Se titula "Cuba en los Descuentos de Fidel"


Fidel Castro. “Hace cinco meses que no lo vemos en la televisión. Eso es
algo, un descanso; cualquier cosa es algo cuando uno cree que se acercan
los cambios en este país”.

Así me dijo el mesero de un café de La Habana Vieja, mientras yo tomaba
foto del cartel oficial que se hizo para los 80 años del líder máximo de la
revolución, y en el que, justo encima de su fusil de guerrillero, le desean
que cumpla 80 más.

Pero es difícil creer que éste sea el deseo profundo de todos los cubanos.
Aun cuando muchos lloran su enfermedad y ruegan por el restablecimiento de
su salud, el día a día cubano es otro paciente enfermo de dolencias
sociales generalizadas a punto de colapsar. Y el gran deseo pareciera ser
la cuenta regresiva, que tiene como único indicador un expectante y
críptico silencio.

Las calles del país están desiertas, como si existiera un toque de queda,
lo que hasta cierto punto es una verdad innegable cuando no es posible
contar con ningún medio de transporte público a partir de ciertas horas de
la noche en algunas barriadas no centrales de la capital. El puñado de
taxis estatales que funciona contra pedidos telefónicos y la autorización a
los viejos autos americanos particulares para circular por las arterias
principales de la ciudad, más una limitada red de buses siempre repletos de
gente que viaja por más de una hora de pie, son signos visibles de la
privación de libertad de la vida nocturna para cualquier ciudad.

Además, como si fuera normal, el país sigue incomunicado con el mundo.
Internet, por ejemplo, es inaccesible. Extremadamente controlada, los
servidores sólo proveen de conexión a los ministerios o a ciertos centros
laborales del Estado que justifiquen el acceso a la información.

El pirateo de conexión, sólo para acceder al correo electrónico, es la
única alternativa a mano para unos pocos particulares. Por ello se pagan
hasta 20 CUC (la primera moneda oficial de cambio con equivalencia similar
en dólares o euros), una suma altísima teniendo en cuenta que un salario
medio en pesos cubanos (segunda moneda oficial de Cuba) equivale a 15
dólares por mes.

La televisión, único puerto noticioso que difunde la información oficial,
no ha cambiado su línea editorial: de cara al sol por su aliado venezolano
y al pie del cañón contra el sempiterno enemigo, Estados Unidos. El 2007
arrancó con la amplia cobertura en todos los medios de la visita de un
grupo de pacifistas norteamericanos a la base naval de Guantánamo, para
denunciar la ausencia de procesos judiciales y los abusos cometidos contra
los 395 prisioneros –presuntamente terroristas– después de cinco años de
detención. La campaña informativa de adhesión a los pacifistas no era una
noticia anodina.

Casi al mismo tiempo, Amnistía Internacional –la ONG de referencia en
materia de derechos humanos– publicó su informe sobre los cinco meses de
mandato de Raúl Castro, estimando que el Gobierno ha cambiado sus métodos
de represión, reemplazando las condenas de larga duración por otras
acciones de menor intensidad, pero sin dejar de remarcar que “se continúa
violando el derecho a la libertad de asociación, de expresión y de prensa,
la circulación de personas, el derecho de información y de reunión, así
como la posibilidad de trabajar libremente fuera de la tutela del Estado y
de organizar sindicatos o partidos políticos”.



LOS FRIJOLES DE RAUL

El escenario político cubano está permeado de escepticismo. Imaginar a Cuba
sin Fidel sigue siendo un ensayo intelectual sin terminaciones. Un juego de
roles, un cambio de vestuarios, un guión de preguntas y respuestas por
venir, un experimento musical del “ya viene llegando” del cantante cubano
Willy Chirino, que mientras más se acerca, más incrementa la ansiedad y
también la incertidumbre.

Sin embargo, la realidad, aunque hable sólo por sus aproximaciones, está
por delante de un temblor de tierra y de esta llamada era “raulista” que,
si bien no encarna el pasaje a la transición real, proporciona parcelas de
esperanza a quienes ven en él a un líder “abastecedor”, lejos de la
política exterior y gran protector de sus tropas armadas, signo de un
paternalismo necesario a los cubanos. El hermano de Fidel está lejos del
idealismo y de la oratoria, pero cerca de la realidad de las familias.

Una señora muy gorda y enferma me lo dijo con palabras muy sencillas:
“Raúl no es Fidel. Raúl es un padre de familia. No tiene carisma y es un
bruto, pero ha intentado proporcionarnos frijoles. Su línea es dura y nos
llama a la disciplina como si fuéramos militares de sus Fuerzas Armadas
Revolucionarias, pero este pueblo también se ha embrutecido mucho, y cuando
uno se vuelve orfelino nada mejor para reemplazar la pérdida del padre que
enviando al hijo al claustro”.

La popularidad del Gobierno de Raúl es dificil de testear. Los sentimientos
emergentes de pueblo son encontrados. Las nuevas generaciones temen por el
retorno del bastón y la censura, las otras se refugian en el continuismo.

Raúl, mientras tanto, escoge sus palabras para crear un clima de apertura.
“De justificaciones estamos cansados en esta revolución. Revolución no es
mentir”, como dijo en la octava sesión de la Asamblea Nacional de los
Poderes Populares, que tuvo lugar en diciembre de 2006.

Los cubanos, acostumbrados a leer entre líneas y a responder con
ejemplos,dicen que lo mejor que ha dicho Raúl al terminar uno de sus
discursos es “Viva Cuba libre”, ahorrándoles por primera vez el eslogan de
“Patria o muerte” que durante años ha retumbado en sus oídos.

Muchos reconocen que Raúl está imponiendo un cambio de estilo en la
dirección del país, pero en el cambio no asoma la intención de transformar
radicalmente el sistema político ni la organización de la economía; la
gente reclama su rol en el control directo de las finanzas nacionales y en
la posibilidad de inquirir a la dirigencia política sin miedos a una
sanción, lo que aún está lejos de ser un hecho consumado.

OXIGENO A GOTAS

El libre mercado y la libre iniciativa apenas existen. Las únicas
actividades privadas, independientemente de la producción agrícola a través
de cooperativas, siguen siendo la gestión gastronómica privada con una
autorización de sólo 12 cubiertos para abrir un restaurante, al igual que
el alquiler de habitaciones en casas particulares, ambas actividades
gravadas por un impuesto de alta tarifa fija.

La situación económica es precaria, aun cuando la ayuda venezolana haya
permitido alumbrar la ciudad y se hayan terminado los famosos “apagones”
que durante los dos años precedentes dejaron sin luz a municipios enteros,
por falta de petróleo para suministrar energía a los domicilios. Y aunque
la tasa de crecimiento de Cuba es oficialmente del 12,5%, la traducción de
dicha cifra en la vida cotidiana es sencillamente inimaginable.

La calidad de vida de los cubanos aspira a ser mejor que la que hubo antes
del período especial (iniciado en 1989, junto con la caída del muro de
Berlín y el fin de las relaciones privilegiadas con el comunismo del Este),
pero ese nivel está lejos de alcanzarse con la muy incipiente mejoría de la
salud, la vivienda y la alimentación (que ha sido posible gracias a la
producción de las cooperativas privadas, las que garantizan el 75% de los
productos de la tierra en los agromercados).

El impacto de la mejoría no se puede apreciar. Los salarios bajísimos, la
existencia de tres monedas convertibles, la ausencia de personal
especializado en los servicios de salud y un fondo urbanístico
deteriorándose por falta de presupuesto hacen de Cuba un país hundido en
sus ruinas.

Los observadores agudos y grupos de intelectuales críticos que intentan
expresarse en reuniones privadas no se dejan convencer con un mero lifting
de discursos.

La osamenta del régimen cubano está compuesta por una generación de hombres
que bajaron de la Sierra Maestra marcados por las armas y la guerrilla.
Sólo en los años ’90, un grupo de escogidos herederos ha podido dar oxígeno
en gotas a la política con los intentos de reestructuración las últimas dos
décadas, aunque los resultados son los mismos.

La experiencia ideológica sigue siendo la de siempre: una amalgama de
creencias comunes bajo el banderín del antiamericanismo, la culpa del
bloqueo y la necesidad de seguir creyendo en el “socialismo” como único
paradigma social posible. El tema de los espías cubanos detenidos en
Estados Unidos parece estancarse en un camino sin salida jurídica. Se
comenta, a rumor cerrado, que Fidel mismo los delató durante un encuentro
con jerarquías norteamericanas a las que advirtió que él sabía todo lo que
se planeaba contra su persona gracias a sus agentes fuera de Cuba.

Hace ocho años que los cubanos coexisten con este conflicto, un pretexto
más para sustentar la batalla del hombre fuerte de AméricaLatina contra la
superpotencia estadounidense.

EL PASADO NO SE OLVIDA

Cuba flota en estas aguas turbias todavía. A casi 50 años de pensamiento
único aún no se puede soñar con el pluralismo y menos saber qué lugar
tendrán la oposición interna y la disidencia establecida en Estados Unidos,
Europa y América Latina. La voz y el voto de los casi tres millones de
cubanos fuera de la isla siguen en lista de espera para hacerse escuchar.

El pasado 5 de enero se suscitó el primer “pase de facturas” entre los
intelectuales cubanos en pleno “raulismo”. Un cuerpo de reacciones que
escogió como lugar de encuentro la Internet hizo trascender la cólera de
los intelectuales cubanos, de dentro y fuera del país, ante la aparición en
la televisión nacional de un personaje siniestro de los primeros años de la
revolución, Luis Pavón, presidente del Consejo Nacional de la Cultura en
los tiempos del llamado “quinquenio gris”.

Más que un montón de cartas reunidas en un grito común, éste puede ser el
primer plato de lo que será la explosión de la memoria colectiva de los
años que vendrán. Una presentación general que revela hasta qué punto el
pasado no está invitado al olvido.

La sociedad cubana, que ha funcionado a lo largo de estos 48 años bajo una
“política invisible”de transacciones ocultas, tendrá que seguir haciendo
prueba de paciencia hasta que los diarios anuncien que el “mañana” ha
llegado.

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